Lo que nadie sabe es que me desangro en cada historia No es
mi puño el que escribe, es mi alma. Con cada línea me voy haciendo mas pequeña
y mi realidad desaparece.
Tenía que certificar la realidad que sospechaba. Afilé la
punta de mi pluma hasta hacerla tan delgada como una aguja y me corté las
venas. Y no me sorprendió que no sangrara mi brazo.
Me di un pequeño masaje y comenzó brotar tinta por la
herida, corría por la palma de mi mano y goteaba en el suelo. Miré tristemente
la tinta desperdiciada mientras pensaba, con esa gota se pierde para siempre
una historia de amor, esa gota es una leyenda de fantasmas que nunca escribiré.
Y la tinta seguía salpicando el suelo, estaba perdiendo mi imaginación y mi
fantasía, así que intenté recordar los cuentos que había escrito. Sonreí cuando
rememoré la satisfacción que sentí al terminar mi primer cuento, intenté
recordar el argumento y no lo conseguía, había olvidado de lo que trataba. Miré
mis venas abiertas que aún goteaban tinta y pensé que no sólo estaba perdiendo
mis habilidades, estaba perdiendo también mis recuerdos. Y sin recuerdos no era
nada, era como si nunca no hubieras nacido, como si nunca existiera. Ya me
quedaba poca tinta en las venas, pronto moriría, tenía que dejar algo escrito
que me permitiera recordar quien soy y lo que había hecho. Así que recargué la
pluma con la tinta de mis venas y escribí: “Soy Carmen Sanz, y aunque no nací
en Granada me considero granadina” justo al terminar de escribir mi nombre me
di cuenta que no recordaba cómo me llamaba, tampoco sabía donde había nacido.
Así que decidí seguir escribiendo antes de que se perdieran mis recuerdos en la
nada. Estuve escribiendo mientras aún podía extraer tinta de mis venas. Escribí
lo que soy y lo que no soy, lo que debería haber sido y lo que era y terminé escribiendo
el argumento de las historias que podría haber escrito si alguna vez hubiera
podido escribirlas.
Pensé durante un rato las últimas cuatro palabras que podía
escribir y supe que sólo había una opción y una posibilidad. Tenía que escribir
en la portada: DEDICADAO A CARMEN SANZ”
No puedo explicar lo que sucedió a continuación, porque lo
desconozco.
Lo que sé es que esta mañana cuando desperté me senté frente
al ordenador y allí había un libro manuscrito en tinta china que estaba dedicado
a Carmen Sanz. Supe en ese instante que yo era Carmen Sanz y que debía seguir
leyendo porque me iba a enseñar lo que soy y lo que debería conocer. No sé
cuanto tiempo empleé en la lectura, pero sé que debo escribir cuentos e
historias, tengo cientos de ideas y estoy segura que por mis venas corre la
sangre de una escritora.
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